Años atrás, definir la amistad era tan sencillo como el mero hecho de respirar, con el paso del tiempo esa palabra se ha vuelto cada vez más compleja, más extraña y aun más difícil de encontrar.
He vivido momentos muy complicados, en los que la amistad se distorsiona, y tras unos instantes de inconsciencia, esa amistad desaparece, solo vislumbro un ser al que antaño apreciaba, que era especial, era mi amigo. Una fracción de apenas un momento, percaté de que esa amistad no existía desde hacía mucho tiempo, entonces, ¿por qué lo llamaba amigo?.
Mucho he meditado este comportamiento, para llegar a entender qué buscaba en esa persona, para seguir teniéndolo a mi lado cuando yo no sabía que ya no me importaba. Sí, has leído bien, no me importaba, pero yo aún no me había dado cuenta, creo que simplemente me acostumbre a tenerlo en mi vida, tan habitual como el hecho de ponerme los zapatos cada día, solo estaba ahí. Aunque ya no aportaba nada a mi vida, seguía estando ahí, como un viejo almanaque pasado de año que de alguna manera seguía colgado, con una vaga esperanza de volver a ser visto.
Puede que mis palabras suenen tristes, pero tras la ceguera encontré un gran alivio, ese ser se había convertido en un gran peso, lo arrastraba día tras día durante años, sin sentir que ese peso ya no era mío, no era mi deber, no era mi amigo, solo un extraño conocido que perdió el camino hacia la amistad.
Aunque sin ser preciso, en los párrafos anteriores hablaba de una amistad en concreto, quizás la primera amistad tóxica que he tenido, pero por desgracia no ha sido la única.